"Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío"   Don Quijote de la Mancha

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡Vota con cabeza!, ¡Vota con criterio!

Estamos en plena campaña electoral y son muchos los ciudadanos que manifiestan su desencanto y malestar con la política, su hartazgo con unos dirigentes que no han sabido asumir la responsabilidad política que desde hace algunos años los ciudadanos les han otorgado. Es cierto que resulta absolutamente imprescindible ser exigentes con nuestros representantes, ser críticos con nuestros gobernantes, pero creo que no es menos cierto, que para cambiar el actual escenario político, es absolutamente necesario que los ciudadanos hagamos autocrítica y examinemos cómo es nuestra relación con la política.

Decía Ortega que “ser de izquierdas es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil; ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral.” La frase puede servir como preludio para explicar el hecho y la causa de que algunos ciudadanos tengan con la política una relación que dista mucho de ser natural y adecuada, porque hay quienes se fijan exclusivamente en las marcas o etiquetas, y muy poco en los contenidos.

Para algunos ciudadanos, la marca PSOE o la marca PP parece ser suficiente para otorgarle su confianza, no pareciendo importar mucho las propuestas, el programa o la trayectoria política que ha tenido el partido. Parece como si el hecho de que un partido diga o se considere ser de izquierdas o derechas, sea suficiente para una persona de izquierdas o derechas respectivamente, no siendo necesario nada más. Y señores ciudadanos: ¡la política no es fútbol! Uno es del Sporting, del Madrid o del Barça, y lo es hasta el fin de sus días, y defiende a su equipo allí donde va, juegue bien o juegue mal, ¡porque es su equipo! Y eso es así porque el futbol tiene mucho que ver con los sentimientos, con el corazón. Pero la política es algo muy diferente. La política no entiende ni debe entender de sentimientos. La política únicamente debe entender de razones. Y quien vota a un determinado partido que se considera o dice ser de izquierdas o de derechas, simplemente porque él (el ciudadano) es de izquierdas o de derechas, no parece ser una razón inteligente.

Pero tampoco nos engañemos. Estos prejuicios o complejos que tienen algunos ciudadanos no se los han creado ellos mismos. Ya hace mucho que los partidos mayoritarios comenzaron a utilizar deliberadamente el miedo como arma electoral. Muchos recordarán cómo en las campañas electorales de finales de los 80 y principios de los 90, el PSOE trataba de movilizar a su electorado advirtiendo de la importancia de ir a votar, ante el riesgo de que gobernara la derecha, de que llegaran tiempos duros y la España franquista. Y el hecho se repitió cuando el PP llegó al gobierno en el 96. Advirtió a su electorado de la importancia de ir a votar, para evitar el regreso de los GAL y la corrupción. Y ni la España franquista llegó, ni la corrupción estaba solamente en el PSOE. No obstante, y al menos, hay que reconocer a su favor, que les ha salido muy bien, porque han obtenido una gran rentabilidad gracias a la gran fidelidad que algunos electores les han concedido.

¡Ciudadanos!, ¡asumamos nuestra responsabilidad política y votemos con cabeza y con criterio! No se trata de votar a un determinado partido, sino de votar a aquel que realmente lo merece, por sus hechos y no por su marca. Solamente cuando comencemos a saber premiar al partido que merece ser premiado y a castigar al partido que merece ser castigado empezarán a cambiar las cosas. Elige tu partido y valora su programa, sus propuestas, su trayectoria política. Valora si el partido se ha preocupado por conocer los problemas de los ciudadanos, si se ha molestado en resolverlos, si ha dicho la verdad o ha mentido en los asuntos más importantes, si ha sabido asumir responsabilidades, si ha sabido tomar decisiones en los momentos más críticos, si ha tomado acciones ejemplarizantes ante casos de corrupción, etc., etc. Si tu valoración es positiva ¡vótale!, pero si no lo es ¡no le votes!. Solamente cuando los ciudadanos asumamos nuestra responsabilidad política y votemos con cabeza, tendremos gobernantes dignos de estar a nuestro servicio.

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