Hobsbawm ha sido uno de los más
grandes historiadores del siglo XX. Marxista convencido ha escrito
una de las trilogías más importantes en los últimos cien años,
“Las Eras”, y una historia del siglo XX que se ha convertido en
una obra de referencia. En una de sus últimas obras, “Cómo
cambiar el mundo”, nos habla entre otras cosas del marxismo y del
Marx del siglo XXI.
Un día, George Soros le preguntó lo
que pensaba de Marx. El historiador no quiso polemizar con el magnate
y este último terminaría diciéndole: ”Hace 150 años este hombre
descubrió algo sobre el capitalismo que hemos de tener en cuenta”.
La visión de Marx de que el capitalismo es una modalidad
históricamente temporal de la economía humana, que opera
expandiéndose y contrayéndose, y que por tanto genera crisis y se
autotransforma, continúa estando vigente. Como dijo Jacques Attali:
“Los filósofos anteriores a Marx pensaron en el hombre en su
totalidad, pero él fue el primero en aprehender el mundo en su
conjunto, que es a la vez político, económico, científico y
filosófico.
Según Hosbawm el marxismo no ha
muerto; este pensamiento todavía puede aportar mucho a aquellos que
desean una sociedad mejor de la que tenemos hoy. A pesar del convulso
siglo XX, el pensamiento de Marx en el mundo actual vive, ha
recobrado fuerza aunque contiene un mensaje diferente al que ha
tenido en el siglo pasado. Sabemos que con la caída de la URSS, los
regímenes comunistas desaparecen, y allí donde sobreviven abandonan
el proyecto marxista leninista; esto permitirá a Marx liberarse de
la identificación pública con el leninismo. Pero por otro lado, el
mundo capitalista globalizado que se crea a partir de 1990 otorga
credibilidad al pensamiento de Marx al constituir una imagen bastante
realista del mundo que él anticipó en el “Manifiesto Comunista”.
“El marxismo del siglo XX no se
sustenta en el pensamiento de Marx, sino en interpretaciones o
revisiones póstumas de sus obras […] Gran parte de los debates
marxistas del siglo XX son específicos de la época y no se
encuentran en Karl Marx, en particular la disputa sobre cómo podía
o debería ser en realidad una economía socialista, que surgió en
gran medida de la experiencia de las economías de guerra de
1914-1918 y de las revolucionarias crisis de posguerra”
Por tanto, que el socialismo fuera
superior al capitalismo en lo que se refiere al desarrollo de las
fuerzas de producción no es algo dicho por Marx, sino que este,
pensaba más bien que el capitalismo provocaba crisis periódicas de
superpoblación que acabarían revelándose como incompatibles con el
propio sistema capitalista generando conflictos sociales que
acabarían con el propio sistema.
De todas formas, lo que pretende dejar
claro Hobsbawm es que “el socialismo en su forma del siglo XX, está
muerto. El socialismo, tal como se aplicó en la URSS y las otras
economías centralmente planificadas, es decir, economías dirigidas
teóricamente sin mercado, propiedad del Estado y controladas por el
mismo, han desaparecido y no resurgirán”. Ese socialismo del siglo
XX no es el socialismo de Marx. Este nunca dijo nada sobre las
economías e instituciones económicas en el socialismo, ni siquiera
nada sobre la forma concreta de la sociedad comunista, excepto que no
podía ser construida ni programada, sino que evolucionaría a partir
de una sociedad socialista.
Cuando finalizó la primera guerra
mundial, los comunistas rusos se encontraron con unos problemas para
los que no estaban en absoluto preparados; no existía ninguna guía,
no podían mirar al pasado para saber cómo resolver el presente. Así
ocurrió con la nacionalización de la industria y con la
planificación de la economía sobre la que Marx nada dijo y sobre la
cual se tomaron medidas totalmente improvisadas. Una de las prácticas
habituales de los comunistas rusos fue lo que se denominaba “economía
de guerra”. “La economía de guerra constituyó el modelo básico
de la economía soviética planificada, es decir, una economía que
se propone a priori ciertos objetivos -industrialización
ultrarrápida, ganar una guerra, fabricar una bomba atómica o llevar
al hombre a la luna- y después planifica cómo alcanzarlos
destinando recursos sea cual fuere el coste a corte plazo. No hay
nada exclusivamente socialista en ello.
Pero, ¿cuál ha sido la transcendencia
de Marx en el siglo XXI? ¿Qué puede aportar Marx en una época tan
diferente a la suya?. El proyecto socialista soviético ha muerto, el
mundo se ha globalizado y el fundamentalismo de mercado ha generado
enormes desigualdades económicas dentro de los países y también
entre ellos. Nuestra capacidad productiva ha aumentado enormemente
creando un mundo en el que la mayoría de sus ciudadanos han pasado
de la necesidad a la opulencia aunque una gran parte de la población
mundial todavía no haya ingresado en él. Los regímenes socialistas
del siglo XX no operaban en este mundo de la opulencia sino en aquel
de la necesidad, y en el mundo opulento de hoy, la adecuada
alimentación, ropa, vivienda, empleos que proporcionen un salario y
un sistema de bienestar para la protección de las personas frente a
los avatares de la vida, es algo necesario pero no suficiente para
los socialistas de hoy.
Un aspecto tremendamente negativo del
capitalismo consiste en la degradación del entorno, la degradación
del planeta debido a la espectacular expansión de la economía
global. Cada vez se hace más necesario controlar el crecimiento
económico ilimitado. El crecimiento continuado en busca del
beneficios es el talón de Aquiles del capitalismo.
Mucho de lo que escribió Marx está
obsoleto, no es válido para una sociedad como la nuestra tan
diferente de la que él vivió, pero todavía hoy siguen siendo
validas algunas de las características de su pensamiento: La
primera, obviamente, es el análisis de la irresistible dinámica
global del desarrollo económico capitalista y su capacidad de
destruir todo lo anterior, incluyendo también aquellos aspectos de
la herencia del pasado humano de los que se benefició el
capitalismo, como por ejemplo las estructuras familiares. La segunda
es el análisis del mecanismo de crecimiento capitalista mediante la
generación de contradicciones internas: interminables arrebatos de
tensiones y resoluciones temporales, crecimiento abocado a la crisis
y al cambio, todos produciendo concentración económica en una
economía cada vez más globalizada. La tercera característica es
mejor ponerla en palabras de sir John Hicks, galardonado con el
premio Nobel de Economía. “La mayoría de aquellos que desean
establecer un curso general de la historia utilizarían las
categorías marxistas o una versión modificada de las mismas, puesto
que hay pocas versiones alternativas disponibles”