Laissez
faire et laissez passer, le monde va de lui même;
«Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo». Pronunciada por un
fisiócrata francés del siglo XVIII, la máxima se acabaría
convirtiendo con el tiempo en el emblema de las ideas liberales,
sobre todo su primera parte laissez
faire.
¡Qué bien la hemos aprendido! Si Vicent de Gournay –el autor de
la cita- levantara la cabeza estaría orgulloso de los españoles por
haberla aplicado de una manera tan envidiable. ¡Qué felices éramos
hasta que la realidad nos reveló el destrozo que las cosas provocan
cuando van solas y sin control!
Definitivamente España
va a ser rescata. Esta misma semana se ha solicitado formalmente el
rescate. Ahora sí podemos decirlo: ¡levantad el telón!, ¡la
función –o la farsa- ha terminado! A pesar de que nuestro
gobierno ha negado la evidencia hasta hace muy poco, el
acontecimiento se ha convertido sin ningún género de dudas en la
crónica de una muerte anunciada desde hace tiempo por muchos de
nuestros economistas –y los que no lo son-. España ha finalizado
una carrera muy mal trazada desde el inicio. Ya ha llegado a la meta.
Ha llegado exhausta.
Como
soy español, voy a ser fiel a nuestra tradición y no voy a entonar
el mea
culpa.
Me limitaré a culpar de este desastre al fisiócrata francés –a
ver quien le pide cuentas ahora- por habernos enseñado que lo mejor
que podemos hacer para que nuestra economía marche bien es no
preocuparse de ella, ya se encarga de su buena marcha esa famosa mano
invisible que se sacó de la manga otro clásico del pensamiento
liberal. Gracias a este fisiócrata ilustrado hemos
dejado hacer a
los bancos todo tipo de operaciones financieras, a sabiendas muchas
de ellas, del riesgo que ello conllevaba. Hemos
permitido a
altos cargos de entidades bancarias y cajas atribuirse remuneraciones
millonarias mientras esas entidades quebraban y recibían dinero
público. Hemos
dejado
crecer una burbuja inmobiliaria que ha tenido unas consecuencias
absolutamente catastróficas. Hemos
dejado hacer a
nuestros políticos obras faraónicas de costes desproporcionados.
Hemos
permitido
el desvío de dinero procedente de fondos públicos europeos a
intereses privados. Hemos
permitido
a muchos cargos políticos hacerse ricos. Hemos
permitido
a los llamados “osos” especular y tumbar nuestro mercado de
valores. Hemos
pasado
por alto el fraude fiscal que muchos han cometido sin necesidad
alguna, solventándolo con una amnistía absolutamente injusta. Hemos
dejado hacer,
hemos
dejado pasar…
demasiadas cosas
Entre
tanto desastre podemos sacar una conclusión que se presenta casi
como trivial. Las medidas neoliberales salvajes aplicadas desde hace
años que han provocado que los ricos sean más ricos y los pobres
más pobres, que han provocado la quiebra total de países enteros,
que han dejado a millones de personas sin empleo, ha servido al
menos, a mi modo de ver y para demostrar de una vez por todas, que la
tesis liberal del laissez
faire
ya no sirve.
En un mundo globalizado, en el que la sociedad es cada vez más
numerosa y más compleja, no puede prevalecer el individuo a la
sociedad si no que debe ser ésta la que prevalezca al individuo para
garantizar la protección, la solidaridad y el acceso a los servicios
y derechos más fundamentales. Los europeos y por supuesto lo
españoles hemos sido durante muchos años demasiado individualistas
para formar un proyecto europeo común. No hemos tenido la suficiente
conciencia social que exige el proyecto político, económico y
social europeo que hemos iniciado hace ya más de diez años.
Con Europa al borde del
precipicio ya se habla por fin de medidas sensatas que se tenían que
haber tomado hace mucho tiempo. Ya se habla de la necesidad de una
política fiscal común, de una cesión de soberanía que garantice
la protección y solidaridad entre los estados miembro, de un
supervisor bancario europeo y de diversas medidas encaminadas a una
mayor cohesión que nos obligarán a todos a remar en la misma
dirección. Habrá por fin un control y una supervisión de las
actividades que realicen los diferentes estados, controles muy
necesarios pero que serán muy duros en nuestro país debido a los
excesos tan desproporcionados que durante tanto tiempo se han
cometido. Medidas sin embargo, que quizás lleguen demasiado tarde.
No estaría de más extrapolar todo esto a nuestro propio país, para
terminar definitivamente con los “17 reinos de taifas” que no ven
más allá de su propio reino. Cada vez son más los que abogan
porque el Estado recupere competencias básicas imprescindibles para
garantizar la igualdad entre los ciudadanos de las diferentes
autonomías.
Ojalá
hayamos aprendido la lección y las medidas que se apliquen a partir
de ahora vayan encaminadas hacia un neoliberalismo mucho más
moderado, mucho más controlado y mucho más ético. Incluso el
propio Stuart Mill, defensor a ultranza del laissez
faire,
-aunque admitió alejarse de él si ello producía un bien- escribió
unas palabras que deberían estar asumidas por todos nosotros: “Las
acciones de cualquier tipo que perjudiquen sin causa justificada a
los demás pueden ser, y en los casos más importantes debe
absolutamente ser controladas mediante el sentimiento de
desaprobación y, cuando sea necesario, por la intervención directa
de los hombres. La libertad del individuo queda así limitada: no
puede ser un fastidio para los demás”. Sobre
la libertad
Laissez
faire et laissez passer et le monde ira en efer;
«Dejad hacer, dejad pasar y el mundo se irá al infierno»
"En un mundo globalizado, en el que la sociedad es cada vez más numerosa y más compleja, no puede prevalecer el individuo a la sociedad si no que debe ser ésta la que prevalezca al individuo para garantizar la protección, la solidaridad y el acceso a los servicios y derechos más fundamentales" ... y tampoco que la sociedad someta al individuo como en los regímenes socialistas (o pseudo-socialistas progres). Valoro mucho el individualismo en un ámbito de respeto con el entorno.
ResponderEliminarSaludos