"Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío"   Don Quijote de la Mancha

martes, 10 de noviembre de 2015

Ciudadanos o Podemos, un análisis comparativo



El centro es un espacio muy muy reducido. Por eso creo, que ocupar la centralidad política es una tarea complicada que quizás hoy no haya conseguido completar ninguno de los partidos que quieren alcanzar ese espacio. Ciudadanos es un partido de centro-derecha; su programa económico neoliberal contiene muchas propuestas de carácter social, y eso podría desplazarle a la centralidad del tablero. Sin embargo, un examen de su programa y de las intervenciones en los medios de comunicación de sus dirigentes, exhala un “hedor derechón” que no pasa fácilmente desapercibido.

Ciudadanos es un partido que apenas ha cambiado desde su nacimiento; ha ido añadiendo nuevas propuestas a sus planteamientos políticos pero su línea directriz ha permanecido invariable. Esto es sin duda un tanto a su favor porque muestra una importante claridad de ideas. Además, ha mostrado hasta el momento una posición férrea ante la corrupción; los poquísimos casos que les han salpicado han sido atajados con rotundidad.

Podemos, en cambio, es un partido que nació siendo claramente de izquierdas pero que ha crecido sufriendo demasiadas mutaciones que le han llevado casi a ocupar un espacio político cercano a la centralidad desde la izquierda. Demasiados errores cometidos en muy poco tiempo le han llevado a perder un gran apoyo por parte de la ciudadanía, y ese apoyo, se ha trasladado casi en su integridad a Ciudadanos. Es lógico; hasta hoy, Ciudadanos ha demostrado tener mucho mejor los pies en la tierra que Podemos. El partido de Iglesias ha sido demasiado ambiguo en cuestiones demasiado importantes; ha confundido demasiado a la ciudadanía con un conglomerado de nombres de partidos políticos que se identificaban con ellos, pero que al mismo tiempo decían que no eran Podemos; ha incluido en sus listas electorales de sus marcas blancas personajes de muy dudosa reputación; ha sido incapaz de atajar de manera rápida y contundente algunas acusaciones que han causado mucho daño y que finalmente se quedaron en nada; ha variado intermitentemente algunas propuestas políticas que a día de hoy no están claras; pero lo peor de todo, han perdido la frescura y la sugestión lingüística, y por tanto, han desaparecido esas esperanzas e ilusiones que con tanto anhelo recogían muchos ciudadanos. La desaparición de la “alma mater” de la primera línea política -Juan Carlos Monedero-, se ha notado. Él y sólo él era el que realmente encarnaba la identidad del partido: la izquierda democrática, revolucionaria y pacífica.

Tanto en el programa de Podemos como en el de Ciudadanos podemos encontrar propuestas interesantes, muchas de ellas similares y muchas otras diferentes. Pero lo que realmente marca la diferencia entre Ciudadanos y Podemos no es lo concreto sino lo general, no es lo programático sino la manera global de ver el mundo y la sociedad, la manera particular de interpretar la realidad. Es por tanto en lo ideológico donde debemos poner el foco, porque es esto, lo ideológico, lo que determina lo programático. Por tanto, y a este nivel, podríamos decir que estos dos partidos presentan cuatro diferencias básicas: el constitucionalismo, la forma de Estado, la democracia y el modelo económico.


El constitucionalismo



Ciudadanos es un partido pro-sistema; pretende mantener las estructuras políticas, sociales y económicas tal y como ahora están definidas, llevando a cabo una serie de reformas que permitan mejorar el funcionamiento de las mismas. Centrándonos en lo esencial, pro-sistema significa ser constitucionalista, defensor de la monarquía parlamentaria, defensor de la democracia representativa y del neoliberalismo en lo económico. Estas son a muy grandes rasgos las grandes características que definen el pensamiento político de Ciudadanos y que no comparte Podemos.

Podemos es una partido anti-sistema; no pretende en absoluto destruir el sistema sino defender la necesidad de ir a la raíz del mismo, y desde allí, desde la propia raíz, repensarlo y replantearlo. A diferencia de Ciudadanos, no es un partido constitucionalista, pero ¿qué quiere decir esto?

Los partidos constitucionalistas son aquellos que utilizan la Constitución como garante del orden constitucional pero sin cuestionar ese propio orden constitucional. Esto se comprende fácilmente con el problema catalán. En Cataluña, desde hace algunos años existe un problema exclusivamente político que consiste en que aproximadamente la mitad de los catalanes quieren la independencia y la otra mitad no. Ante tal situación, el gobierno catalán buscó fórmulas que permitiesen encontrar un camino que diera salida a tal dificultad, y ante esa postura, los partidos constitucionalistas utilizaron la Constitución como escudo ante unas pretensiones que ni les gustan ni les interesan. Ante tal problema político, los partidos constitucionalistas optaron por el inmovilismo, por el no hacer absolutamente nada, esperando ingenuamente que el problema se resolviera solo, que los catalanes aceptaran sin más un orden constitucional de casi cuarenta años que no encaja de ninguna de las maneras con las necesidades sociales de la España de hoy. En Escocia optaron por la democracia para resolver este conflicto y lo resolvieron. En España se optó por la imposición, por el no dialogar, por el no escuchar, y hoy nos encontramos en el peor momento de las relaciones entre Cataluña y España desde hace décadas. Los partidos constitucionalistas han pretendido en algunas ocasiones resolver de manera jurídica problemas que tienen exclusivamente naturaleza política.

En cambio, Podemos no forma parte de ese grupo de partidos llamados constitucionalistas compuesto principalmente por PP, Ciudadanos, Upyd y quizás en menor medida el PSOE. ¿Quiere decir eso que Podemos pretende abolir la Constitución? En absoluto. Podemos pretende mantener nuestro sistema de derecho pero entendiendo la Constitución como un conjunto normativo que se adapte a las necesidades actuales de la ciudadanía y por tanto no utilizándola como escudo ante pretensiones ciudadanas que buscan una organización diferente a la actual. Es decir, es la Constitución la que debe estar al servicio de la ciudadanía y no la ciudadanía la que debe estar al servicio de la Constitución. De ahí la defensa del derecho a decidir por parte de Podemos; deben ser los ciudadanos y no desde las instituciones los que decidan cómo quieren vivir.

Muy relacionado con este asunto es el hecho de que los partidos constitucionalistas son defensores del positivismo. Es decir, es lo legal, es lo que está recogido en la ley lo que determina lo que es justo. En cambio Podemos, que no es positivista sino iusnaturalista considera que no es lo legal lo que determina lo justo sino lo justo lo que determina lo legal porque entre otras cosas, existe un derecho natural por encima del derecho de cualquier tratado jurídico.

La monarquía


Otra de las diferencias entre ambos partidos es lo que piensan sobre la forma política del Estado. Ciudadanos es partidario de su actual forma política, la cual está atada a la Constitución en su primer artículo. Para Podemos, en una verdadera democracia es la ciudadanía la que elige esa forma de Estado mediante votación y por tanto no puede estar vinculada a una Constitución de manera irreversible.



La democracia



La democracia representa otra de las grandes diferencias entre el partido de Rivera y el de Iglesias. Ciudadanos es defensor de la democracia representativa, que consiste básicamente en que la ciudadanía cada cierto periodo de tiempo -cuatro años en nuestro caso- elige al partido político que quiere que lo represente en las instituciones. Esta elección se hace en base a un programa político que describe el proyecto a realizar en los próximos cuatro años. Aunque ésta es un tipo de democracia muy extendida en los países occidentales, contiene algunos problemas que no es capaz de resolver. Por ejemplo, las leyes que se aprueban a lo largo de las legislatura, son leyes que la ciudadanía no conoce a la hora de votar, son leyes que no están recogidas en ningún programa electoral y que por tanto se aprueban sin ser refrendadas por la ciudadanía. De esta manera y en algunos aspectos, la democracia representativa consiste más bien en depositar la confianza en un partido político para que actúe según sus ideas que en otorgar a la ciudadanía la soberanía para que ella pueda decidir sobre cuestiones de enorme importancia para su futuro.

Podemos en cambio apuesta por la democracia participativa. Esta es similar a la representativa pero en ella la participación ciudadana en política no se limita al ejercicio del voto cada cuatro años sino que se establecen unos mecanismos de participación política que permiten a los ciudadanos interferir directamente en la política del gobierno, exigiendo medidas concretas sobre asuntos concretos. De esta manera el pueblo es realmente el soberano del poder político.


El modelo económico




Ciudadanos es un partido político claramente neoliberal aunque es perfectamente consciente de los problemas que esta doctrina político-económica ha causado en los últimos años. Es por ello por lo que incluye en su programa medidas sociales y económicas encaminadas a disminuir los efectos de sus principios. Tiene propuestas realmente interesantes pero al neoliberalismo no se le combate con medidas concretas o particulares sino con medidas mucho más amplias y mucho más generales.

Como bien sabemos, el neoliberalismo es esa doctrina política-económica que defiende lo abstracto a lo concreto, lo general a lo particular, lo grande a lo pequeño; la que antepone el crecimiento del 3%, las subidas de las bolsas, la liberalización de los mercados, la defensa de las multinacionales a los dramas de los desahucios, de la pérdida de empleo, de la desprotección social o de la desigualdad. El neoliberalismo es esa doctrina política-económica que se ocupa de los mercados pero no de las personas, la que ayuda a las grandes empresas pero no a las pequeñas, la que rescata grandes compañías pero abandona a las familias. El neoliberalismo es esa doctrina política-económica que ayuda y enriquece a los ricos para permitir sobrevivir a los pobres, que no duda en destruir nuestro ecosistema por unos millones de euros, que contamina nuestro agua, nuestro aire y nuestros alimentos para alcanzar una máxima productividad que se encuentra muy lejos de nuestra propia necesidad. El neoliberalismo es esa doctrina político-económica que pretende individualizar aquello que es colectivo, que pretende privatizar aquello que es público, que pretende la utilización y el disfrute por unos pocos de aquello que es de todos. El neoliberalismo es en definitiva, esa doctrina político-económica que justifica el beneficio económico aunque para conseguirlo haya que desprenderse de todo aquello de lo que depende la propia existencia humana. El arte, la cultura, la naturaleza, las personas, los animales, todo es mercancía, todo es un negocio en aras del beneficio económico.

Podemos, sin embargo, no es un partido neoliberal. No es tampoco un partido comunista pero asume en su forma de plantear la política un principio comunista básico: “a ninguna persona le puede faltar aquello que le es imprescindible para tener un mínimo de dignidad”. La banca pública -no con políticos sino con profesionales, del mismo modo que en la escuela pública o en los hospitales públicos-, las cooperativas, la renta básica, la alternativa habitacional para los desahuciados, la energía garantizada para todos, la auditoría de la deuda, las 35 horas semanales, la defensa de la pequeña y mediana empresa frente a la grande, o la protección medioambiental son algunas de las muchas medidas que están encaminadas a gobernar para la gente y no para las empresas.

Se trata por tanto de dos enfoques absolutamente diferentes: mientras Ciudadanos parte de lo económico tratando de llevar hacia ello lo social, Podemos parte de lo social tratando de llevar hacia ello lo económico. En definitiva solamente hay dos formas de construir el mundo: desde la libertad, o desde la justicia. Ciudadanos apuesta por la primera; Podemos por la segunda. Ciudadanos apuesta por gobernar para todos, satisfaciendo a los de arriba y a los de abajo, a los que tienen mucho dinero y a los que tienen poco. Pero si hay algo en el pensamiento de Marx que todavía sobrevive es aquello de que la lucha de clases es el motor de la historia.

viernes, 2 de octubre de 2015

Las bondades del capitalismo



Para comprender la historia que os voy a contar, es necesario tener en cuenta el siguiente dato sacado de wikipedia: 

Según el Informe de Desarrollo Humano de 2014 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) uno de cada cinco habitantes del mundo vive en situación de pobreza o pobreza extrema. Es decir, 1.500 millones de personas no tienen acceso a saneamiento, agua potable, electricidad, educación básica o al sistema de salud, además de soportar carencias económicas incompatibles con una vida digna. 

Vivir en una situación de pobreza extrema en un país subdesarrollado implica vivir con menos de 1,25$ al día. En 1990 había aproximadamente el doble de personas en situación de pobreza extrema, es decir 3.000 millones. Pero esto no quiere decir que 1.500 millones de personas hayan salido de la pobreza. Lo que quiere decir es que 1.500 millones viven al día con más de 1,25$, por lo que muy probablemente haya millones de personas que saliendo de esa pobreza extrema vivan con 1,50$ al día.

Érase una vez, un pequeño país muy muy rico situado en un lugar muy poco visitado por el hombre civilizado. En Minerolandia, que así se llamaba el país, vivía un poblado de unas 200 personas llamadas minerolandeses, todas ellas muy muy pobres. Vivían con un dólar al día, a pesar de que en el subsuelo de su país había cientos de toneladas de valiosísimos minerales. Debido a su pobreza, los minerolandeses nunca habían ido a la escuela, nunca habían recibido ningún tipo de educación y, aunque eran conscientes de que debajo sus suelos había algo muy valioso, no sabían qué hacer con ello, no sabían para qué podría servir, no sabían, en definitiva, utilizarlo para fabricar algún tipo de bien.

Vivían de la agricultura gracias a las enormes extensiones de terreno de las que disponían. Con mucho esfuerzo y sacrificio, conseguían obtener un excedente agrícola que vendían al país vecino, muy cercano ya que los habitantes de Minerolandia habían construido su poblado al lado de la frontera. Pero los minerolandeses estaban cansados; cansados de trabajar todos los días desde el amanecer hasta el anochecer, de trabajar exclusivamente con las manos por no disponer de ningún tipo de maquinaria ni tecnología, cansados sobre todo, de llevar desde siempre viviendo en la miseria y por tanto de formar parte de esa lista de países que viven en la pobreza extrema. Ellos sabían que eran uno de los pueblos con mayor pobreza del mundo pero no encontraban la manera de salir de ella.

Un buen día aterrizó sobre el país una avioneta. Ante un acontecimiento tan novedoso, los minerolandeses se acercaron al lugar del aterrizaje y vieron salir del aparato a un hombre muy bien vestido. Al bajar de la avioneta, el norteamericano como supieron posteriormente, les propuso un trato: “sé que debajo de estas enormes tierras tenéis algo que yo podría utilizar. Si me dejáis extraerlo, os daré a cada uno de vosotros 2$ al día mientras dure la extracción”.

Las palabras del norteamericano provocaron todo un revuelo entre la población. Todos se mostraban felices, agradecidos, incrédulos ante la suerte que acababan de tener; todos menos uno porque la persona más anciana del lugar, al escuchar lo que decían sus vecinos mientras permanecía sentado sobre una piedra, se levantó y les dijo: “No aceptéis semejante burla, no permitáis extraer lo que tenemos debajo de nuestras tierras. Tened en cuenta que…” pero sin dejarle terminar, un hombre que se encontraba al lado de él, lo cogió por la solapa, lo zarandeó y le dijo: “Pero, ¿Qué dices viejo loco? ¿Cómo no vamos a aceptar el trato? ¿Quieres que sigamos viviendo en la miseria? ¿Acaso no es mejor vivir con 2$ al día que estar trabajando todo el día para ganar solamente 1$? ¡Ahora tenemos la oportunidad de vivir toda nuestra vida sin trabajar porque debajo de nuestras tierras hay cantidades infinitas de minerales! ¡Además viviremos mejor, con más dinero, y aunque siga siendo muy poco al menos es más de lo que tenemos! ¡Vete para tu casa y déjanos en paz!

El anciano que no se encontraba con suficiente fuerza para rebatirle, se dio media vuelta y se volvió al poblado. Mientras tanto, los minerolandeses le dijeron al norteamericano que podía empezar cuando quisiera siempre y cuando cumpliera su promesa de pagarles a cada uno 2$ diarios mientras dure la extracción. 

.- Estupendo, mañana mismo empezaré –dijo el norteamericano- y mañana mismo comenzaré a daros el dinero a primera hora de la mañana.

Al día siguiente y cumpliendo con lo previsto, los minerolandeses recibieron su dinero a primera hora de la mañana y el norteamericano junto a sus ayudantes comenzaron a extraer los minerales de las tierras situadas a las afueras del poblado. Comenzó así un período de cuatro años en los que los habitantes de Minerolandia recibían diariamente 2$ sin hacer nada, viviendo totalmente despreocupados, sin importarles en absoluto lo que hacía el norteamericano.  A decir verdad, solamente tenían una preocupación: recibir su dinero diariamente y no hacer nada.

Un año después, los medios de comunicación de todo el mundo hablaban “del milagro”: la economía norteamericana estaba creciendo a un ritmo increíble, las empresas de construcción subían en bolsa como la espuma, el desempleo disminuía.
.- “¡Esto no es un milagro, esto es el capitalismo!” –decía el gobernador de Washington. “¡El capitalismo nos ha permitido tener trabajo, ser más ricos, vivir mejor! ¡Larga vida al capitalismo!” –decía.
El gobernador de Nueva York decía: ¡Los minerolandeses han salido por primera vez en su historia de la extrema pobreza, y ha tenido que ser el capitalismo el que lograra esto! ¡Viva el capitalismo y viva EEUU!

Así discurrieron tres años más. La economía norteamericana crecía y crecía, la gente invertía en bolsa para ganar más dinero, compraban casas, automóviles, tecnología, gastaban cantidades ingentes de dinero en viajes de placer. EEUU estaba viviendo, quizás, su época de mayor esplendor.

Mientras tanto en Minerolandia todo seguía igual. La felicidad reinaba porque los ingresos que les daban el norteamericano les permitían ir al poblado vecino a comprar aquello que necesitaban. Adquirían exclusivamente lo justo y necesario para sobrevivir, ya que con 2$ al día, aunque los precios de los bienes eran muy bajos, no podían permitirse nada más que lo exclusivamente imprescindible. 

Pero un buen día, cuando los minerolandeses se despertaron, no vieron depositados en la entrada de sus chabolas los 2$ que durante 4 años llevaban recibiendo. Extrañados, se reunieron, y fueron a visitar al norteamericano a los terrenos en los que estaba trabajando. Cuando llegaron allí, se encontraron con algo completamente inesperado, con un paisaje absolutamente desolador. El norteamericano se había ido junto a sus ayudantes y sus máquinas, pero lo peor de todo es que lo que antes eran grandes extensiones de cultivos ahora no era más que rocas, terrenos completamente destrozados e inservibles y un sinfín de restos de agentes químicos que hacía de aquello un lugar irrespirable. 

Ante tal panorama, los minerolandeses, sin saber qué hacer ni decir, recordaron que cuatro años antes, el más anciano del poblado les había aconsejado no aceptar el trato del norteamericano. Dirigiendo todos la mirada hacia él y esperando escuchar algunas palabras suyas, el viejo dijo: “Esto era lo que os quería haber dicho en su día y no me habéis dejado. Pensasteis que un desconocido iba a venir a arreglaros la vida, pero el desconocido vino a arreglar la suya y a arruinar la nuestra. Hoy, ya no tenemos dinero… y tampoco tierras”.

Así que los minerolandeses no tuvieron más remedio que emigrar al país vecino y volver a trabajar allí en el campo por menos dinero de lo que ganaban cuando trabajaban en su país. El norteamericano se hizo multimillonario pero EEUU comenzó poco a poco a ralentizar su crecimiento económico; los minerales se habían acabado, las empresas no podían ser tan productivas y por tanto el desempleo empezó a aumentar. Las deudas acumuladas por los ciudadanos durante los años anteriores ya no se podían pagar y la economía estadounidense volvió a revivir el infierno de 1929.

lunes, 21 de septiembre de 2015

El marxismo hoy según Hobsbawm


Hobsbawm ha sido uno de los más grandes historiadores del siglo XX. Marxista convencido ha escrito una de las trilogías más importantes en los últimos cien años, “Las Eras”, y una historia del siglo XX que se ha convertido en una obra de referencia. En una de sus últimas obras, “Cómo cambiar el mundo”, nos habla entre otras cosas del marxismo y del Marx del siglo XXI.

Un día, George Soros le preguntó lo que pensaba de Marx. El historiador no quiso polemizar con el magnate y este último terminaría diciéndole: ”Hace 150 años este hombre descubrió algo sobre el capitalismo que hemos de tener en cuenta”. La visión de Marx de que el capitalismo es una modalidad históricamente temporal de la economía humana, que opera expandiéndose y contrayéndose, y que por tanto genera crisis y se autotransforma, continúa estando vigente. Como dijo Jacques Attali: “Los filósofos anteriores a Marx pensaron en el hombre en su totalidad, pero él fue el primero en aprehender el mundo en su conjunto, que es a la vez político, económico, científico y filosófico.

Según Hosbawm el marxismo no ha muerto; este pensamiento todavía puede aportar mucho a aquellos que desean una sociedad mejor de la que tenemos hoy. A pesar del convulso siglo XX, el pensamiento de Marx en el mundo actual vive, ha recobrado fuerza aunque contiene un mensaje diferente al que ha tenido en el siglo pasado. Sabemos que con la caída de la URSS, los regímenes comunistas desaparecen, y allí donde sobreviven abandonan el proyecto marxista leninista; esto permitirá a Marx liberarse de la identificación pública con el leninismo. Pero por otro lado, el mundo capitalista globalizado que se crea a partir de 1990 otorga credibilidad al pensamiento de Marx al constituir una imagen bastante realista del mundo que él anticipó en el “Manifiesto Comunista”.

“El marxismo del siglo XX no se sustenta en el pensamiento de Marx, sino en interpretaciones o revisiones póstumas de sus obras […] Gran parte de los debates marxistas del siglo XX son específicos de la época y no se encuentran en Karl Marx, en particular la disputa sobre cómo podía o debería ser en realidad una economía socialista, que surgió en gran medida de la experiencia de las economías de guerra de 1914-1918 y de las revolucionarias crisis de posguerra”

Por tanto, que el socialismo fuera superior al capitalismo en lo que se refiere al desarrollo de las fuerzas de producción no es algo dicho por Marx, sino que este, pensaba más bien que el capitalismo provocaba crisis periódicas de superpoblación que acabarían revelándose como incompatibles con el propio sistema capitalista generando conflictos sociales que acabarían con el propio sistema.

De todas formas, lo que pretende dejar claro Hobsbawm es que “el socialismo en su forma del siglo XX, está muerto. El socialismo, tal como se aplicó en la URSS y las otras economías centralmente planificadas, es decir, economías dirigidas teóricamente sin mercado, propiedad del Estado y controladas por el mismo, han desaparecido y no resurgirán”. Ese socialismo del siglo XX no es el socialismo de Marx. Este nunca dijo nada sobre las economías e instituciones económicas en el socialismo, ni siquiera nada sobre la forma concreta de la sociedad comunista, excepto que no podía ser construida ni programada, sino que evolucionaría a partir de una sociedad socialista.

Cuando finalizó la primera guerra mundial, los comunistas rusos se encontraron con unos problemas para los que no estaban en absoluto preparados; no existía ninguna guía, no podían mirar al pasado para saber cómo resolver el presente. Así ocurrió con la nacionalización de la industria y con la planificación de la economía sobre la que Marx nada dijo y sobre la cual se tomaron medidas totalmente improvisadas. Una de las prácticas habituales de los comunistas rusos fue lo que se denominaba “economía de guerra”. “La economía de guerra constituyó el modelo básico de la economía soviética planificada, es decir, una economía que se propone a priori ciertos objetivos -industrialización ultrarrápida, ganar una guerra, fabricar una bomba atómica o llevar al hombre a la luna- y después planifica cómo alcanzarlos destinando recursos sea cual fuere el coste a corte plazo. No hay nada exclusivamente socialista en ello.

Pero, ¿cuál ha sido la transcendencia de Marx en el siglo XXI? ¿Qué puede aportar Marx en una época tan diferente a la suya?. El proyecto socialista soviético ha muerto, el mundo se ha globalizado y el fundamentalismo de mercado ha generado enormes desigualdades económicas dentro de los países y también entre ellos. Nuestra capacidad productiva ha aumentado enormemente creando un mundo en el que la mayoría de sus ciudadanos han pasado de la necesidad a la opulencia aunque una gran parte de la población mundial todavía no haya ingresado en él. Los regímenes socialistas del siglo XX no operaban en este mundo de la opulencia sino en aquel de la necesidad, y en el mundo opulento de hoy, la adecuada alimentación, ropa, vivienda, empleos que proporcionen un salario y un sistema de bienestar para la protección de las personas frente a los avatares de la vida, es algo necesario pero no suficiente para los socialistas de hoy.

Un aspecto tremendamente negativo del capitalismo consiste en la degradación del entorno, la degradación del planeta debido a la espectacular expansión de la economía global. Cada vez se hace más necesario controlar el crecimiento económico ilimitado. El crecimiento continuado en busca del beneficios es el talón de Aquiles del capitalismo.

Mucho de lo que escribió Marx está obsoleto, no es válido para una sociedad como la nuestra tan diferente de la que él vivió, pero todavía hoy siguen siendo validas algunas de las características de su pensamiento: La primera, obviamente, es el análisis de la irresistible dinámica global del desarrollo económico capitalista y su capacidad de destruir todo lo anterior, incluyendo también aquellos aspectos de la herencia del pasado humano de los que se benefició el capitalismo, como por ejemplo las estructuras familiares. La segunda es el análisis del mecanismo de crecimiento capitalista mediante la generación de contradicciones internas: interminables arrebatos de tensiones y resoluciones temporales, crecimiento abocado a la crisis y al cambio, todos produciendo concentración económica en una economía cada vez más globalizada. La tercera característica es mejor ponerla en palabras de sir John Hicks, galardonado con el premio Nobel de Economía. “La mayoría de aquellos que desean establecer un curso general de la historia utilizarían las categorías marxistas o una versión modificada de las mismas, puesto que hay pocas versiones alternativas disponibles”

domingo, 29 de marzo de 2015

John Rawls: Teoría de la justicia. El principio de imparcialidad y deberes naturales


Hasta aquí Rawls ha comentado los principios de deben regir en las instituciones. Pero para completar la teoría de lo justo hace falta también señalar los principios que deben cumplirlas personas

Las obligaciones y deberes de una persona presuponen una concepción moral de las instituciones y, por tanto, el contenido de las instituciones justas tendrá que ser definido antes de establecer las exigencias para los individuos.

Uno de los principios que se aplican a los individuos es el de “imparcialidad”. El principio mantiene que una persona debe exigírsele que cumpla con su papel y como lo definen las reglas de una institución, sólo si se satisfacen dos condiciones: primera, que la institución, sea justa (o equitativa) esto es, que satisfaga los dos principios de la justicia; y segundo, que se acepten voluntariamente los beneficios del acuerdo o que se saque provecho de las oportunidades que ofrece para promover los propios intereses. La idea básica es que cuando un número de personas se comprometen en una empresa cooperativa, mutuamente ventajosa y conforme a reglas, restringiendo por tanto su libertad en la medida en que sea necesario para que se produzcan ventajas para todos, entonces aquellos que se han sometido a estas restricciones tienen derecho a una aceptación semejante por parte de aquellos que se benefician de tal sumisión. No está permitido obtener ganancias del trabajo cooperativo de los demás sin haber cumplido con nuestra parte proporcional. Los dos principios de la justicia definen lo que es una porción equitativa en el caso de las instituciones que pertenecen a la estructura básica. Así, si estos acuerdos son justos, cada persona recibe una porción equitativa cuando todos cumplen con su parte.

Es importante advertir que el principio de imparcialidad tiene dos partes; la primera establece que las instituciones o prácticas en cuestión tienen que ser justas, la segunda caracteriza los actos voluntarios requeridos. La primera parte formula las condiciones necesarias para que estos actos voluntarios den origen a obligaciones. Conforme al principio de imparcialidad no es posible estar obligado por instituciones injustas o, en todo caso, por instituciones que excedan los límites de la injusticia tolerable. Los vínculos obligatorios presuponen instituciones justas o, al menos, que sean razonablemente justas, dadas las circunstancias.

Los siguientes son ejemplos de deberes naturales: el deber de ayudar a otro cuando lo necesita o está en peligro, siempre y cuando se pueda hacerlo sin riesgo o pérdida excesivos; el deber de no dañar o perjudicar a otro; el deber de no causar sufrimiento innecesario. El primero de estos deberes, el de ayuda mutua, es un deber positivo en tanto que es el deber de hacer algo bueno por otro, mientras que los dos últimos son negativos en tanto que nos exigen no hacer algo que sea malo.

En contraste con las obligaciones, lo característico de los deberes naturales es que se nos aplican con independencia de nuestros actos voluntarios. Más aún, no guardan ninguna conexión necesaria con las instituciones o prácticas sociales; en general, su contenido no viene definido por las reglas de estos acuerdos. Tenemos, por ejemplo, un deber natural de no ser crueles, y un deber de ayudar al prójimo, ya sea que nos hayamos comprometidos a estas acciones o no. No nos sirve como defensa o como excusa el decir que no hemos prometido no ser crueles o vengativos, o ayudar a los demás.

Desde el punto de vista de la justicia como imparcialidad un deber natural básico es el deber de justicia. Este deber nos exige apoyar y obedecer a las instituciones justas existentes que nos son aplicables. Nos constriñe también a promover acuerdos justos aún no establecidos, al menos cuando esto pueda hacerse sin demasiado costo para nosotros. Así, la estructura básica de la sociedad es justa, o todo lo justa que es razonable esperar según las circunstancias, todos tienen el deber natural de cumplir con su parte conforme al esquema existente.

John Rawls: Teoría de la justicia. La tendencia a la igualdad


Rawls continúa realizando unas aclaraciones muy interesantes sobre la tendencia a la igualdad como elemento fundamental de su teoría. Como hemos visto, el principio de diferencia lleva implícito el principio de compensación ya que las desigualdades naturales, inmerecidas, son corregidas para tratar de igual manera a todas las personas y proporcionarles una auténtica igualdad de oportunidades. Así, la sociedad tendrá que dar mayor atención a quienes tienen menos dones naturales y a quienes han nacido en las posiciones sociales menos favorables. La idea es compensar las desventajas contingentes en dirección hacia la igualdad.

El principio de diferencia no es el principio de compensación y no exige que la sociedad trate de nivelar las desventajas como si se esperara que todos fueran a competir sobre una base equitativa en la misma carrera. Pero el principio de diferencia asignaría recursos, digamos en la educación, de modo que mejoraría las expectativas a largo plazo de los menos favorecidos. Si este fin se alcanza dando más atención a los mejor dotados, entonces, es permisible, pero de otra manera no lo es. Y al tomar esta decisión, el valor de la educación no deberá ser medido únicamente en términos de eficiencia económica y bienestar social. Del mismo modo es igual o más importante, el papel que desempeña la educación al capacitar a una persona para disfrutar la cultura de su sociedad y para tomar parte en sus asuntos, proporcionando de este modo a cada individuo un sentido seguro de su propia valía.

El principio de diferencia representa, el acuerdo de considerar la distribución de talentos naturales, en ciertos aspectos, como un acervo común, y de participar en los beneficios de esta distribución, cualesquiera que sean. Aquellos que han sido favorecidos por la naturaleza, pueden obtener provecho de su buena suerte sólo en la medida en que mejoren la situación de los no favorecidos. Los favorecidos por la naturaleza no podrán obtener ganancia por el mero hecho de estar más dotados, sino solamente para cubrir los costos de su entrenamiento y educación y para usar sus dones de manera que también ayuden a los menos afortunados. Nadie merece una mayor capacidad natural ni tampoco una lugar inicial más favorable en la sociedad. Sin embargo, esto no es razón, por supuesto, para eliminar estas distinciones. Hay otra manera de hacerles frente. Más bien, lo que es posible es configurar la estructura básica de modo tal que estas contingencias funcionen en favor de los menos afortunados. El principio de diferencia expresa una concepción de reciprocidad. Es un principio de beneficio mutuo

Se puede rechazar por tanto la afirmación de que la ordenación de las instituciones siempre es defectuosa, ya que la distribución de los talentos naturales y las contingencias de la circunstancia social son injustas, y que esta injusticia se trasmite inevitablemente a los acuerdos humanos. Esta reflexión es presentada en ocasiones como excusa para tolerar la injusticia, como si el negarse a aceptar la injusticia fuera comparable con la incapacidad de aceptar la muerte. La distrubución natural no es ni justa ni injusta, como tampoco es injusto que las personas nazcan en una determinada posición social. Éstos son hechos meramente naturales. Lo que puede ser justo o injusto es el modo en que las instituciones actúan respecto a estos hechos.

En la justicia como imparcialidad los hombres convienen en compartir el destino común. Al formar sus instituciones deciden aprovechar los accidentes de la naturaleza y las circunstancias sociales sólo cuando el hacerlo sea para el beneficio común. Los dos principios son una manera equitativa de afrontar las arbitrariedades de la fortuna, y las instituciones que los satisfacen son justas, aunque en otros aspectos sean seguramente imperfectas.

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John Rawls: Teoría de la justicia. Las posiciones pertinentes

Al aplicar los dos principios de justicia a la estructura básica de la sociedad, se adopta la posición de ciertos individuos representativos y se considera cómo ven el sistema social. Pero no todas las posiciones sociales son pertinentes. Será necesario por tanto identificar ciertas posiciones como más básicas que otras y como capaces de proporcionar un punto de vista apropiado para juzgar el sistema social. La estructura básica de la sociedad favorece algunas posiciones iniciales frente a otras en la división de los beneficios de la cooperación social. Son estas desigualdades precisamente las que los dos principios habrán de regular. Las posiciones sociales pertinentes serán, por así decirlo, las posiciones iniciales debidamente generalizadas y acumuladas.

Rawls considera que cada persona tiene dos posiciones pertinentes: la de igual ciudadanía y la definida por el lugar que ocupa en la distribución de ingresos y de riqueza. Al juzgar el sistema social no tomaremos en cuenta nuestros intereses y asociaciones más específicos sino que veremos nuestra situación desde el punto de vista de estos representativos.

La posición de igual ciudadanía se define por los derechos y libertades que exigen el principio de igual libertad y el principio de la justa igualdad de oportunidades. Cuando los dos principios se satisfacen, todos son ciudadanos iguales y, por tanto todos ocupan esta posición. En este sentido la igualdad en la ciudadanía define un punto de vista general. Los problemas de adjudicación surgidos entre las libertades básicas se resolverán mediante una referencia a este punto de vista.

La teoría de la justicia como imparcialidad juzga entonces al sistema social, en la medida de lo posible, desde la posición de la igualdad en la ciudadanía y de los diversos niveles de ingreso y riqueza. Sin embargo, a veces existen derechos básicos desiguales fundados en características naturales fijas que determinan posiciones pertinentes a tener en cuenta. Dado que estas características no pueden ser modificadas, las posiciones que definen contarán como lugares iniciales en la estructura básica. Las distinciones basadas en el sexo son de este tipo, así como las que dependen de la raza y la cultura. Así, pues, si por ejemplo, los hombres resultan favorecidos en la asignación de derechos básicos, esta desigualdad estaría justificada por el principio de diferencia (en su interpretación general) sólo si fuera en beneficio de las mujeres y aceptable desde su punto de vista.

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sábado, 28 de marzo de 2015

John Rawls: Teoría de la justicia. Los principios


Como ya sabemos, Rawls considera que los principios de la justicia social tienen como objeto primario la estructura básica de la sociedad, es decir la disposición de las instituciones sociales más importantes en un esquema de cooperación. Estos principios habrán de gobernar la asignación de derechos y deberes en estas instituciones, y habrán de determinar la correcta distribución de los beneficios y las cargas de la vida social. Serán unos principios que tendrán que ser respetados por todos y que se elegirán en una situación de igualdad tras un velo de ignorancia. Pero, ¿qué principios podrían ser esos?

Las personas en la situación inicial escogerían dos principios bastante diferentes: el primero exige igualdad en la repartición de derechos y deberes básicos, mientras que el segundo mantiene que las desigualdades sociales y económicas, por ejemplo las desigualdades de riqueza y autoridad, sólo son justas si producen beneficios compensadores para todos y, en particular, para los miembros menos aventajados de la sociedad.”

Concretamente, los principios sobre los que habría acuerdo en la posición original y deberían regir en las instituciones van a ser dos:
1) Cada persona ha de tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades básicas que sea compatible con un esquema semejante de libertades para los demás. 
2) Las desigualdades sociales y económicas habrán de ser conformadas de modo tal que a la vez que : a) se espere razonablemente que sean ventajosas para todos, b) se vinculen a empleos y cargos asequibles para todos.
Las libertades básicas a las que se refiere Rawls en el primer principio, son la libertad política (el derecho a votar y a ser elegible para ocupar puestos públicos) y la libertad de expresión y de reunión; la libertad de conciencia y de pensamiento; la libertad de la persona que incluye la libertad frente a la opresión psicológica, la agresión física y el desmembramiento (integridad de la persona); el derecho a la propiedad personal y la libertad respecto al arresto y detención arbitrarios.

Además, Rawls procura dejar bien claro que estos principios habrán de ser dispuestos en un orden serial dando prioridad al primer principio sobre el segundo. Esta ordenación significa que las violaciones a las libertades básicas iguales protegidas por el primer principio no pueden ser justificadas ni compensadas mediante mayores ventajas sociales y económicas.

La prioridad de la libertad significa que siempre que se puedan establecer efectivamente las libertades básicas, no se podrá cambiar una libertad menor o desigual por una mejora en el bienestar económico. Solamente cuando las circunstancias sociales no permitan el establecimiento efectivo de esos derechos básicos, puede concederse su limitación, pero incluso entonces tales restricciones pueden justificarse sólo en la medida en que sean necesarias para allanar el camino hacia unas condiciones en que ya no puedan justificarse. La negación de las libertades iguales sólo puede defenderse cuando es esencial cambiar las condiciones de la civilización, de modo que en un tiempo previsible pueda disfrutarse de tales libertades.

El segundo principio se aplica, en su primera aproximación, a la distribución del ingreso y la riqueza y a formar organizaciones que hagan uso de las diferencias de autoridad y responsabilidad o cadenas de mando. Mientras que la distribución del ingreso y de las riquezas no necesita ser igual, tiene no obstante que ser ventajosa para todos, y al mismo tiempo los puestos de autoridad y mando tienen que ser accesibles a todos. El segundo principio se aplica haciendo asequibles los puestos y, teniendo en cuenta esta restricción, disponiendo las desigualdades económicas y sociales de modo tal que todos se beneficien.

En relación con el segundo principio, -la distribución de la riqueza y el ingreso y la accesibilidad a los puestos de autoridad y responsabilidad-, habrán de ser consistentes, tanto con las libertades de igual ciudadanía como con la igualdad de oportunidades. No está permitido justificar diferencias en ingresos o en cargos de autoridad y responsabilidad basándose en que las desventajas de quienes están en una posición se compensan por las mayores ventajas de quienes están en otra. Menos aún se pueden equilibrar de este modo las restricciones a la libertad.

Estos principios son un caso especial de una concepción más general de la justicia que puede ser expresada como sigue: “Todos los valores sociales -libertad y oportunidad, ingreso y riqueza, así como las bases del respeto a sí mismo- habrán de ser distribuidos igualitariamente a menos que una distribución desigual de alguno o de todos estos valores redunde en una ventaja para todos.

Vayamos de nuevo al segundo principio: Las desigualdades sociales y económicas habrán de ser conformadas de modo tal que a la vez que : a) se espere razonablemente que sean ventajosas para todos, b) se vinculen a empleos y cargos asequibles para todos.

¿Qué significa exactamente “ventajosas para todos”? ¿Qué significa exactamente “asequibles para todos”?. Dependiendo de lo que se entienda por estas expresiones, este principio puede tener cuatro diferentes interpretaciones.

La primera de ellas se denomina “sistema de libertad natural” y vincula “ventajosas para todos” a la eficiencia, y “asequibles para todos” a las capacidades. De esta manera el sistema de libertad natural afirma que una estructura básica que satisfaga el principio de eficiencia y en la cual los empleos son asequibles para quienes tengan la capacidad y el deseo de obtenerlos, conducirá a una distribución justa. Se piensa que el asignar derechos y deberes de esta manera proporcionará un esquema que distribuya el ingreso y la riqueza, la autoridad y la responsabilidad, de un modo equitativo sea como fuere esta distribución.
Parece evidente que para comprender bien el “sistema de libertad natural” es preciso conocer lo que se entiende por “configuración eficiente” de una distribución de riquezas y acceso a puestos de responsabilidad. Una configuración será eficiente cuando no es posible encontrar otra que beneficie a un conjunto de personas (al menos una) sin que perjudique a otras personas (al menos una). Una distribución de bienes o un esquema de producción es ineficiente cuando hay modos de mejorarlo para algunos individuos sin hacerlo peor para otros. O dicho de otra manera: podemos decir que un sistema de derechos y deberes en la estructura básica es eficiente si y sólo si es imposible cambiar las reglas y redefinir el esquema de derechos y deberes, de modo que se aumenten las expectativas de cualquiera de los hombres representativos (al menos uno) sin que al mismo tiempo se reduzcan las expectativas de algún otro (al menos uno). Por supuesto, estas alteraciones tienen que ser congruentes con los otros principios. Esto es, al cambiar la estructura básica no nos está permitido violar el principio de igual libertad o la exigencia de posiciones abiertas. Lo que puede alterarse es la distribución de ingresos y de riqueza y el modo según el cual aquellos que tienen posiciones de autoridad y responsabilidad pueden regular las actividades cooperativas. En el sistema de libertad natural la distribución inicial está regulada por los arreglos implícitos en la concepción de los puestos asequibles a las capacidades (tal como se definió anteriormente). Estos arreglos presuponen un trasfondo de igual libertad (tal como lo especifica el primer principio) y una economía de mercado libre. Requieren una igualdad formal de oportunidades de modo que todos tengan al menos los mismos derechos legales de acceso a las posiciones sociales ventajosas. Respecto a la eficiencia, Rawls hace dos aclaraciones de suma importancia: en la primera indica que en la justicia como imparcialidad, los principios de la justicia tienen prioridad sobre las consideraciones de eficiencia; en la segunda asegura que existen muchas configuraciones eficientes. El problema es elegir una de ellas que al mismo tiempo sea justa ya que el principio de eficiencia no puede servir por sí solo como concepción de la justicia.

El problema del “sistema de libertad natural” radica en que no se hace ningún esfuerzo por conservar una igualdad o una semejanza de las condiciones sociales excepto en la medida en que esto sea necesario para conservar las instituciones sociales. La distribución de ingreso y riqueza estará fuertemente influida por contingencias naturales y sociales, ya que ésta será el resultado de distribuciones acumulativas previas gracias a características naturales como el talento o la inteligencia, desarrolladas por circunstancias sociales y contingencias fortuitas tales como accidentes y la buena suerte. Intuitivamente, la injusticia más obvia del sistema de libertad natural es que permite que las porciones distributivas se vean indebidamente influidas por estos factores que desde el punto de vista moral son tan arbitrarios.

La segunda interpretación del segundo principio -llamada “Libertad liberal”-, trata de corregir esto añadiendo a la exigencia de los puestos abiertos a las capacidades, la condición adicional del principio de la justa igualdad de oportunidades, tratando así de que todos tengan una oportunidad equitativa de obtener esos puestos. La idea aquí es que los puestos han de ser abiertos no sólo en un sentido formal, sino haciendo que todos tengan una oportunidad equitativa de obtenerlos. De esta manera aquellos que estén en el mismo nivel de capacidades y habilidades y tengan la misma disposición para usarlas, deberían tener las mismas perspectivas de éxito, cualquiera que su posición inicial en el sistema social.

Pero aunque la concepción liberal parece claramente preferible al sistema de libertad natural, presenta un serio inconveniente: elimina la influencia de las contingencias sociales pero permite la distribución de la riqueza y del ingreso en función de la distribución natural de capacidades y talentos.

La tercera interpretación es la de “la aristocracia natural” de la que Rawls apenas habla por lo que directamente se procederá a comentar la cuarta, última y más importante de todas: la interpretación democrática.

La interpretación democrática, se obtiene combinando el principio de la justa igualdad de oportunidades con el principio de diferencia. El principio de diferencia es un principio de justicia, una concepción fuertemente igualitaria que consiste en permitir una distribución que beneficie a los más favorecidos si y sólo si esa misma distribución beneficia a los menos favorecidos. Así, las expectativas más elevadas de quienes están mejor situados son justas si y sólo si funcionan como parte de un esquema que mejora las expectativas de los miembros menos favorecidos de la sociedad. La idea intuitiva es que el orden social no ha de establecer y asegurar las perspectivas más atractivas de los mejor situados a menos que el hacerlo vaya en beneficio de los menos afortunados.

Que algunos deban tener menos con objeto de que otros prosperen puede ser ventajoso pero no es justo. Sin embargo, no hay injusticia en que unos pocos obtengan mayores beneficios, con tal de que con ello se mejore la situación de las personas menos afortunadas.”

Con todo esto, podríamos decir que el segundo principio se formula de la siguiente manera: las desigualdades sociales y económicas habrán de disponerse de tal modo que sean tanto a) para el mayor beneficio de los menos aventajados, como b) ligadas con cargos y posiciones asequibles a todos en condiciones de justa igualdad de oportunidades.

Los dos principios de justicia son la mejor respuesta que cualquiera podría dar, por así decirlo, a las correspondientes demandas de los demás. En este sentido, la elección de esta concepción de la justicia es la solución única al problema planteado por la posición original.

Consideremos el punto de vista de alguien que se encuentra en la posición original. No hay manera de que obtenga ventajas especiales para sí mismo. Por otra parte, tampoco tiene razones para aceptar determinadas desventajas. Como no es razonable que espere más de una porción equitativa en la división de los bienes sociales primarios, y como no es racional que acepte menos, lo más sensato es reconocer como primer paso un principio de justicia que exija una distribución igualitaria. Así, las partes comienzan con un principio de que exige iguales libertades básicas para todos, así como una igualdad equitativa de oportunidades y una división igualitaria de ingresos y riquezas.

Sin embargo, aun manteniéndose firme con respecto a la prioridad de las libertades básicas, y la igualdad equitativa de oportunidades, no hay razón por la cual este reconocimiento deba ser definitivo. La sociedad debe tomar en cuenta la eficiencia económica y las exigencias de la organización y de la tecnología. Si existen desigualdades en el ingreso y en la riqueza, así como diferencias en la autoridad y en el grado de responsabilidad, las cuales funcionan haciendo que todos mejoren en comparación con la situación de igualdad inicial, ¿por qué no permitirlas?.

La estructura básica deberá permitir estas desigualdades mientras mejoren la situación de todos, incluyendo a los menos aventajados, con tal de que estas desigualdades vayan a la par con una distribución equitativa de las oportunidades y una libertad igual. Ya que las partes comienzan a partir de una división igualitaria de todos los bienes sociales primarios, aquellos que se benefician menos tienen, por así decirlo, un derecho de veto. De esta manera se llega al principio de diferencia. Tomando la igualdad como punto de comparación, aquellos que han ganado más tienen que haberlo hecho en términos que sean justificables respecto a aquellos que han ganado menos.

Rawls cree que los dos principios de la justicia serían escogidos por una persona que al proyectar una sociedad, el enemigo le asignara su lugar. Los dos principios se acomodan muy bien a la llamada regla “maximin” según la cual, debemos jerarquizar las alternativas conforme a sus peores resultados posibles: debemos adoptar la alternativa cuyo peor resultado sea superior al peor de los resultados de las otras alternativas. La persona que escoge tiene una concepción del bien tal que le importa muy poco o nada lo que pueda ganar todavía por encima del mínimo estipendio que seguramente obtiene al seguir la regla “maximin”. No vale la pena correr algún riesgo para obtener una ventaja ulterior, sobre todo si puede resultar que pierda aquello que realmente tiene valor. Las alternativas rechazadas tienen resultados que difícilmente pueden aceptarse; la situación implica graves riesgos.

El carácter prioritario de la libertad implica que las personas en la posición original no desean obtener mayores ganancias a expensas de las libertades iguales básicas. El mínimum asegurado por los dos principios en orden lexicográfico no es cosa que las partes deseen poner en peligro por obtener mayores ventajas económicas y sociales.

Los dos principios son una concepción mínima adecuada de la justicia en una situación de gran incertidumbre. Cualquier ventaja ulterior que pudiera obtenerse merced al principio de utilidad es sumamente problemática; en cambio las desventajas que acarrearía si las cosas resultan mal son intolerables. Es aquí donde el concepto del contrato tiene un papel decisivo: siguiere como condición su carácter público y pone ciertos límites a lo que puede convenirse.

Por tanto, los dos principios de la justicia permiten que todos y no solamente unos pocos se beneficien. Todos tienen unas condiciones mínimas aseguradas e irrenunciables. Sin embargo, el principio de utilidad no garantiza que todos se beneficien. La fidelidad al sistema social puede exigir que algunos, en particular los menos favorecidos, tengan que renunciar a ciertas ventajas en favor del mayor bien colectivo. Por eso, el sistema no sería estable a menos que aquellos que tienen que sacrificarse se identifiquen fuertemente con intereses más amplios que los suyos. Los principios de la justicia se aplican a la estructura básica del sistema social y a la determinación de las perspectivas de vida. Precisamente lo que pide el principio de utilidad es el sacrificio de estas perspectivas.

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